
Taller de lectura 2014.
Las aventuras de Victor Jade (Pablo de Santis)
(capitulo de "El inventor de juegos)
En los días siguientes Iván leyó la revista una y otra vez. Le costaba una poco entender la historia, porque era una aventura que había comenzado muchos capítulos antes. Al pie del último cuadrito aparecía la palabra continuará.
Víctor Jade era un millonario que vivía en una gran mansión oculta en una isla y que solo salía de allí para luchar contra sus enemigos. No tenía ningún poder sobrehumano: apenas contaba con su prodigiosa inteligencia, con la fuerza que le había quedado de su pasado como experto en lucha grecorromana y con su ilimitada capacidad para fabricar máquinas. El más peligroso de sus enemigos era el doctor Equis: un hombre pequeño de manos gigantes, que dejaban como marca personal la letra de su nombre.
En las últimas páginas de la revista encontró una serie de avisos que ofrecían cursos de correspondencia. Enseñaban a ser dibujantes de historietas, detective privado y astronauta. ¡Inscribirte ya! A vuelta de correo recibirá todo el equipo necesario.
También encontró el cupón de un concurso. La compañía de los juegos profundos invitaba a participar de un torneo. Lo que más intrigó a Iván era que el aviso no decía nada de lo que recibiría el ganador:
…razones de fuerza mayor nos obligan a mantener en reserva tan extraordinario premio basta el momento en que sea elegido el triunfador…
Para participar había que inventar un juego – cualquier clase de juego – y enviarlo a la casilla de correo número 7777, trasatlántico Napoleón, a un nombre de compañía de los juegos profundos S. A
Su madre lo vio tan entusiasmado trazando diagramas de juegos futuros que le preguntó qué estaba haciendo.
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Quiero mandar un juego a este concurso.
La madre leyó el aviso
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Debe ser una trampa. De otra manera dirían cuál es el premio.
Su madre no entendía nada. ¿Qué premio podía ser tan extraordinario como el hecho de que no mencionaran premio alguno? Inclusive un viaje por el mundo tenía sus límites y sus plazos…, pero un premio sin nombre podía ser imaginado y vuelto a imaginar, y nunca se gastaría…
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Además es una revista vieja. – dijo su madre -. El concurso debe haber terminado hace muchos años.
Iván estuvo a punto de darle la razón, algo que no hacía nunca. Pero leyó cuidadosamente el aviso en busca de alguna mención a un plazo, y no encontró ninguna.
“Tal vez”, pensó. “aunque el concurso haya empezado hace muchos años, todavía no encontraron un juego digno del premio”. Y este pensamiento le dio fuerzas para continuar.
Una tormenta que duró dos días lo ayudó a trabajar, porque tuvo que quedarse en casa. Y así, una semana después de recibir la revista en el Tiro a los patos, Iván completó el juego.